Hace unos días disfrutaba en solitario un atardecer junto al mar. La discreta calma de este y la brisa tibia al final del día eran los elementos que me hacían recordar a ratos que me encontraba allí, porque en realidad mi mente se encontraba sumergida en un mar de pensamientos y reflexiones.
Se despedía el sol en los instantes en que arribaba yo a las pausas que producía en mí pensar los chirridos de las gaviotas que sobrevolaban el horizonte, y fue a causa de ellas que me decidí a hacer esta foto que ahora comparto con ustedes.